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Exilios políticos de Benjamín Vicuña Mackenna

Solapas secundarias

Vicuña Mackenna: destierros y producción historiográfica

Los años de exilio sufridos por Vicuña Mackenna fueron de intensa producción intelectual, pues recopiló documentos fundamentales para sus publicaciones históricas.

En noviembre de 1852 fue desterrado por primera vez a causa de su colaboración en la jornada revolucionaria de abril de 1851. En Páginas de mi diario explicó este proceso:

«Yo he viajado no por placer, ni por Fausto, ni por el pueril entretenimiento de "rodar tierras". El destino me ha impuesto un programa más severo […] lo que constituye el fondo de esta obra, que cuan pobre sea, tiene un mérito tal vez no común en estos días y estos libros: el mérito de la verdad […] no he escrito sino lo que he visto con mis ojos y oído con mis oídos, como han visto y oído las personas chilenas en cuya compañía un feliz acaso ha querido viaje constantemente» (1936, 17).

La ciudad de San Francisco, que por entonces se encontraba en plena fiebre del oro, fue su primer destino. Pasó luego a California y México, país sobre el que anotó sombrías reflexiones asociadas a la corrupción, los asesinatos y salteos frecuentes, y al estado intelectual y material de sus indígenas.

Pocos días después emprendió un largo viaje por el norte de Estados Unidos y Canadá. En Nueva Orleáns tuvo su primer encuentro con el ferrocarril, símbolo que asoció al progreso y modernidad.

En julio de 1853 se embarcó con el diputado liberal Manuel Beauchef hacia Gran Bretaña y desde allí se trasladó rápidamente a París. En su diario dejó constancia de la ciudad, de la buena impresión que causaron en él sus casas, calles y habitantes, pero también de la negativa imagen que le produjo el gobierno de Napoléon III.

En noviembre de 1853 volvió a Inglaterra para estudiar en el Real Colegio de Agricultura de Cirencester, donde llevó una vida aislada y marcada por la tristeza, a juzgar por la correspondencia enviada a su tía Magdalena Vicuña de Subercaseaux:

«Me parece que como un prisionero en esta isla deseo romper mis cadenas y buscar otros hombres y otros climas. Estoy cansado de la Inglaterra […] Si no fuera por estas cartas que de vez en cuando yo escribo a los que mi corazón distingue, yo no sé qué habría hecho en este mundo […] encontrándome solo, solo, sin una persona que me entienda, y me encontrarás razón para desear volver al seno de los míos» (1931, 21)

Desde Cirencester, escribió una extensa carta a uno de los fundadores de la Sociedad Nacional de Agricultura y militante del Partido Conservador, Rafael Larraín, que tituló Estudios sobre agricultura. En esta misiva propuso una serie de reformas agrícolas para el país, como la creación de escuelas prácticas, la introducción de nuevos cultivos y la importación de ganado. Fue publicada como ensayo por la imprenta y librería de El Mercurio en 1853.

Visitó después Irlanda en busca de sus antepasados familiares maternos, y se trasladó nuevamente a París a fines de 1854. En los primeros meses del año siguiente, publicó en francés Le Chili, obra de propaganda destinada a atraer inmigrantes al país.

Después de recorrer parte del sur de Italia, visitó en Berlín al científico alemán Alexander Humboldt.

En julio de 1855 se embarcó rumbo a América pues su familia le informó que ya no era perseguido. Trajo consigo más de mil libros, la mayoría sobre historia hispanoamericana.

Recorrió las ciudades del Brasil imperial, las cuales le parecieron inmundas y dominadas por ese «peculiar perfume de África que sigue a las poblaciones negras» (Vicuña Mackenna, 1856). Continuó su paso Uruguay y Buenos Aires, donde investigó y trabó amistad con el intelectual argentino Bartolomé Mitre.

Una última parada en Mendoza lo mantuvo ocupado en la copia de documentos manuscritos sobre los recuerdos, cartas y apuntes autobiográficos de José Miguel Carrera facilitados por su hijo.

De estas labores surgió el primero de sus trabajos historiográficos, El ostracismo de los Carrera, libro publicado en 1857.

Días de prisión y segundo exilio

Ya de regreso en 1856, Vicuña Mackenna se incorporó a la Sociedad de Agricultura y retomó sus estudios de Derecho en la Universidad de Chile. En su tesis titulada Memoria sobre el sistema penitenciario en general i su mejor aplicación en Chile, proponía un nuevo reglamento carcelario a partir de lo observado en su viaje de exiliado por Estados Unidos.

Retornó a la política como editor del periódico La Asamblea Constituyente, actividad que lo condujo nuevamente a prisión. Sobre su traslado a la celda carcelaria en la Penitenciaría escribió:

«A las 8 fué el Comandante Chacón a sacarme de mi calabozo y me condujo a otro patio del cuartel de policía designándome, precisamente, el mismo calabozo que hacía siete años había ocupado con José Miguel Carrera [Fuentecilla] después de la revolución del 20 de abril de 1851. Al instante reconocí mi cuna revolucionaria, con esa emoción mezclada de pena y placer con que el estudiante vuelve a ver, después de una larga vacación, las paredes del aula» (1911, 20)

Durante sus tres meses de arresto llevó un minucioso diario en el que registró las noticias sobre el levantamiento liberal en el sur del país, las conversaciones con sus compañeros de celda y visitantes, además de las lecturas y trabajos realizados.

Escribió tres obras de las cuales ya tenía apuntes y borradores. La primera fue El sitio de La Serena, relato de uno de los episodios del levantamiento armado de 1851. Sobre ella apuntó en prisión:

«He trabajado estos 2 días en la historia del Sitio que concluí hoy a las 4 de la tarde del todo. Son 700 páginas escritas en unos 40 días, habiendo preparado los materiales en 20 días. Hace esto un término medio de 16 ó 17 páginas diarias. Todo lo metí en un paquete que he confiado a mi hermano Nemesio» (1911, 42).

Continuó luego con la biografía de Almagro, la que demoró sólo diez días en redactar.

Su producción historiográfica en la cárcel finalizó con la redacción de los primeros apuntes sobre la revolución de 1851, los que dieron vida posteriormente al primer tomo de la Historia de los diez años de la administración de Don Manuel Montt.

Condenado a tres años de destierro, recorrió librerías y bibliotecas en París y se embarcó a España con el apoyo económico del naturalista Claudio Gay. En Madrid recorrió más archivos e hizo copiar documentos inéditos sobre la historia hispanoamericana.

En enero de 1860 llegó a Lima, ciudad que por entonces acogía a numerosos exiliados chilenos. Aquí realizó nuevas investigaciones entre las que destacó La revolución de la Independencia del Perú de 1809 a 1819.

En ese país también concibió y redactó El ostracismo del general don Bernardo O´Higgins, completa biografía construida a partir de la revisión de documentos oficiales y de su archivo personal facilitado por su hijo Demetrio.

Un año después regresó a Chile y se incorporó activamente a la vida política parlamentaria durante la presidencia del liberal José Joaquín Pérez.

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